Macondo
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Mientras leo el artículo y como mi cotidiano sándwich durante un ordinario día de trabajo, el sonoro vocablo me transporta a gratos recuerdos cuando era un joven liceísta que alegremente consolidaba su afición por la literatura latinoamericana. Desde niño me gustaron los libros y claramente me acuerdo pidiéndole permiso a mis padres para leer un grueso y apolillado tratado acerca de Rusia que languidecía en un viejo armario; Apenas cursaba el cuarto grado y a mitad del año escolar ya había devorado los textos de Geografía e Historia y requería de nuevo material absorbente. Afortunadamente, mi voraz apetito textual fue apaciguado cuando nos mudamos a Caracas y descubrí que por unos pocos bolívares podía comprar semanalmente, un tomo de una colección de grandes obras de literatura de edición popular. Cada martes visitaba a la librería para asaltar el ejemplar de la semana. Los de color verde siempre me interesaban ya que eran tratados de ciencias como El Origen de la Especies. Los de color azul eran más difíciles de gustar pues eran guiones de teatro o libros de poesías como El Cantar de Mió Cid. Pero mi gran placer eran los más comunes que eran anaranjados, el color de las grandes obras de literatura donde predominaban las joyas de la literatura clásica española coronada con el Don Quijote de la Mancha. Aun hoy en día, conozco poco de los grandes de la literatura inglesa por el simple hecho de que cuando leo por placer casi siempre leo algo en español, preferiblemente de un autor latinoamericano.
Sin duda, mi predilección por la literatura latinoamericana fue moldeada aquel tercer año del Ciclo Básico Común en el Liceo Lino de Clemente. Todo cambio aquel día en que fortuitamente nuestra profesora de castellano escogió a Cien Años de Soledad para nuestro análisis de literatura. Aparentaba ser una tarea fácil al leer el divertido texto pero hasta la misma profesora parecía confusa; El libro de Gabriel García Márquez no se ajustaba al esquema requerido para completar el reporte: ¿Cual de los Buendía era el personaje principal? ¿Como describir el leitmotiv del libro? ¿Como catalogar el lenguaje de Gabriel García Márquez cuando “Realismo Mágico” seria una denominación inventada años después?
Y mientras me iniciaba en mi romance con la literatura latinoamericana, a las puertas de mi Liceo, jóvenes impacientes trocaban piedras por bombas lacrimógenas con la Policía Metropolitana de Caracas en divertidos disturbios estudiantiles. Que fascinante ser llamado “neófito” por un policía no mucho mayor que uno pero revestido de una indumentaria que lo uniformaba como un ser de otro planeta. Que irreal cuando un amigo advertía del inminente peligro cuando la policía era reemplazada por la Guardia Nacional lo cual anunciaba que las cosas iban en serio y era hora de irse a casa. Que embriagante el ponerse de pie en medio de una clase y seguir el llamado de un instigador que llamaba al “¡Paro! ¡Paro! ¡Paro!” y salir a la calle con una confusa concepción de supuestas injusticias pero una clara oportunidad de sumarse al “bochinche.” Y que extravagante regresar a una supuesta normalidad y completar la tarea de leer Cien Años de Soledad.
¡Macondo nunca podrá ser un lugar porque cuando uno es latinoamericano, Macondo se ha vivido!
Comments
Asi es.Pura publicidad y TUrismo. Ya no creo mucho en Garcia Marquez tampoco. Y tampoco creo que todo lo que escribe es bueno. Por contrario, son pocos los que ha escrito buenos.Pero 100 años de soledad marcaron un hito en la vida de muchos de nosotros. Pero el n uevo Macondo es un reclamo publicitario y turistico. >Que lastima! Lo mismo que La Mancha, porque por mas que lo barnicen sigue siendo puro turismo!
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